Pese a un incuestionable avance en la incorporación de las mujeres a la esfera productiva opera aún con altos signos de desigualdad. Las trabajadoras, las situadas en la economía del mercado y aún en los segmentos más privilegiados de dicha economía, enfrentan grandes dificultades para acceder y controlar recursos materiales y simbólicos al mismo nivel que los hombres (Rodríguez, 2009). Algunos de los signos más claros y contundentes de las desigualdades se reflejan del siguiente modo:Menor acceso al empleo, de manera que el aumento progresivo de la participación de las mujeres en la actividad económica no termina de compensar la infra-representación de mujeres en el mercado laboral. Mayor grado desempleo, con una relación constante en todos los países con tasas de desempleo mayores para las mujeres. Menor acceso a activos productivos como tierra, propiedades,  financieros, etc. Segregación laboral, tanto la que afecta a la concentración de mujeres en determinados sectores y actividades de la economía (segregación horizontal), como la que se refiere a los distintos puestos en el escalafón laboral (segregación vertical). Escasez de tiempo: De acuerdo con las últimas Encuestas de Uso del Tiempo (EUT) las mujeres trabajan muchas más horas que los hombres en todos los países de la región (dado al trabajo remunerado y no remunerado). La exclusiva responsabilidad de las mujeres en la reproducción social de la vida y la economía del cuidado son barreras concretas y muy significativas para la igualdad y el empoderamiento de las mujeres. Brecha salarial, con diferencias entre los ingresos medios de mujeres y hombres de en torno al 20%, a favor de estos últimos. Participación más elevada en el sector informal, con una proporción de mujeres urbanas ocupadas en sectores de baja productividad –primordialmente informales.  Y una baja representación política en las instituciones locales.

Para responder a esta situación, el Plan Estratégico del PNUD (2014-2017) hace hincapié en los vínculos críticos entre la sostenibilidad ambiental, los esfuerzos para erradicar la pobreza y reducir las desigualdades y el fortalecimiento de la resiliencia y la rápida recuperación. Asimismo, el Plan Estratégico plantea un fuerte compromiso para ayudar a los países a fortalecer su gobernabilidad local y el desarrollo local, sobre todo en la obtención de un acceso más equitativo a los servicios  para los grupos excluidos más pobres y otros. Y ha establecido un resultado específico global que apunta a aunar esfuerzos para “la reducción de la desigualdad de género y promover el empoderamiento de las mujeres” como una hoja ruta para avanzar en el desarrollo sostenible y la gobernabilidad democrática. Para operativizar estos objetivos el PNUD ha desarrollado dos estrategias;

La Estrategia de Igualdad de Género del PNUD (2014-2017) que se plantea velar por una mayor visibilidad y conciencia de las vinculaciones entre la igualdad de género, el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, prestando una mayor atención al trabajo remunerado y no remunerado, al acceso a los activos y control sobre recursos económicos y a la transformación de economías que incluyan el reconocimiento del trabajo de las mujeres en el mercado laboral,  mayoritariamente en situación de informalidad, y  formalización del mismo en la formulación de políticas públicas.

Y, la Estrategia integrada de gobernabilidad y desarrollo local del PNUD (Draft 2015)  (LDLG por sus siglas en inglés)  del PNUD plantea que el desarrollo de capacidades para la gobernabilidad local y el desarrollo local es esencial no sólo para el logro de los ODS, sino también en el apoyo a que los Estados sean más sensibles, incluyentes y responsables. Y se hace hincapié en la necesidad realizar mayores esfuerzos para garantizar que la planificación, gestión y seguimiento en los niveles subnacionales ayuden a conectar las prioridades nacionales con las acciones sobre el terreno, teniendo en cuenta las necesidades diferenciadas dentro de las zonas rurales, periurbanas y urbanas.

En este marco, el PNUD se prepara para la integración de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en la Localización de la Agenda 2030 y que asimismo los países han señalado como prioridad es la integración de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en los espacios locales como acciones centrales para la erradicación de la pobreza (ODS 1), la reducción de las desigualdades (ODS 10) y la gobernabilidad y la paz (ODS 16).

La estrategia plantea que las intervenciones del PNUD deberían centrarse en cinco áreas potenciales: (i) políticas locales eficaces; (ii) empoderamiento económico de las autoridades locales; (iii) seguridad y ambiente de paz; (iv) capacidades adecuadas para el desarrollo; y (v) participación ciudadana. Todas las intervenciones deben ser respaldadas por un sólido análisis institucional y de contexto. La naturaleza holística del desarrollo humano sostenible requiere que la estrategia LGLD adopte una perspectiva multi-sectorial para comprender las relaciones entre los problemas y los desafíos de desarrollo local. (UNDP 2015: 10).

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